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AÑICOS2

 

 

Si hay algo que nos atrae y fascina de Carlos Be es su capacidad para acercarnos a todas aquellas situaciones y sensaciones de las que nunca se quiere hablar porque son incómodas y siempre reflejan lo peor de nosotros mismos. Aquí, a priori, nos sumergimos en el espinoso mundo de la pederastia, pero bajo el prisma de los familiares de las víctimas, que a su vez también lo son.  Hay que reconocer la valentía de  Pablo Martínez para estrenarse como director manejando material tan explosivo, y valorar su potencial artístico a la hora de elegir compañeros de aventuras. Desde luego aprueba, y con sobresaliente, a la hora de extraer el jugo a sus actores para que nos entreguen con credibilidad la esencia de los personajes. Es obvio que tiene un futuro muy prometedor dentro del mundo de la  dirección, pero como todo no va a ser alimento para el ego añadimos que quizás vimos un poco más floja la parte del desarrollo de relaciones entre personajes de una escena a otra. 

 

Nos gusta ver cómo Carlos López va torneando su carrera de actor y maneja cada vez con más soltura su capacidad para mostrarnos distintos estados de ánimo aunque todavía se percibe en qué escenas se mueve con más comodidad. David González aborda desde la contención y la amargura a un padre que no puede  encontrar respuestas ante un mundo que se derrumba a su alrededor. Es una olla a presión que necesita una espita para soltar aire y no la encuentra. Sara Moraleda nos sorprende con el personaje más oscuro de los cuatro. ¿Inocente o provocadora? Después de verla danzar como dervicha motera bastarda en «Pingüinas» ahora nos regala un trabajo sutil y atractivo que nos atrapa desde su fragilidad fingida. Y por último, pero no menos importante, nos encontramos con una de nuestras reinas del off, Raquel Pérez,  que borda cada instante de su actuación. No hay mirada más triste, ni lágrima mejor derramada, ni susurro tan estremecedor. Rota, vacía y sin esperanza se encuentra esta madre torturada por una realidad que acaba aplastándola. 

 

Queremos resaltar y mencionar un aspecto de la obra que nos parece fundamental y que por cotidiano puede pasar por alto. Enhorabuena a Pier Paolo Alvaro por su trabajo en la dirección artística y vestuario. El traje de trabajo del padre, la descuidada dejadez del ama de casa vencida, el estilo informal del jovencito y la esquiva elegancia de la visita. Todos y cada uno de ellos son reflejos de unas vidas pasadas que ya no existen y que no quieren abandonar aunque se sostengan con mortajas de silencio.

 

El padre (David González) nos dice en varias ocasiones que, a pesar de todo, esta historia tiene un final feliz y cuando llega ese momento y el espectador escucha la última palabra antes de que se apaguen los focos, su felicidad, y nunca mejor dicho, nos deja el alma hecha añicos.

 

Esperemos que este montaje siga creciendo y podamos disfrutar de él en otras salas de la ciudad. El público merece ser premiado con estos bocados de exquisitez amarga que nos regala Carlos Be.  Mientras tanto, nosotros nos quedamos absortos, boquiabiertos y absolutamente entregados al ocaso de una lágrima deslizándose por el rostro de Raquel Pérez.

 

Autor: Carlos Be
Director: Pablo Martínez Bravo
Intérpretes: David González, Carlos López, Sara Moraleda y Raquel Pérez
Dirección artística y vestuario: Pier Paolo Álvaro
Escenografía: Roger Portal-Cervera
Iluminación: Jesús Antón
Espacio sonoro: Alejandro Remeseiro
Ayudante de dirección: Raúl Prados
Diseño: Jon Pisarik
Fotografía : Efecto Niepce
Una producción de Las Malas Influencias y Tinglao Producciones.