LOS MAESTROS CANTORES DE NÚREMBERG
Música y libreto
Richard Wagner
Dirección musical
Pablo Heras-Casado
Dirección de escena
Laurent Pelly
Un Wagner sin dioses.
Hasta el 25 de mayo de 2024 el teatro Real ofrece nueve funciones de “Los maestros cantores de Núremberg” que, en coproducción con la Royal Danish Opera de Copenhague y el National Theatre de Brno se programa bajo las direcciones musical de Pablo Heras-Casado y artística de Laurent Pelly.
Esta ópera, singular por diversos motivos, fue estrenada hace más de siglo y medio en el Teatro de la Corte de Múnich y, tras pasar por Madrid 25 años después, regresa al Real cuando aún no se han apagado los ecos de sus tres funciones en 2001. Con unidad temporal y espacial, Núremberg se erige, con todas sus normas germánicas, en un protagonista más de esta peculiar comedia en la que la lucha entre las tradiciones, la rigidez de las normas y el valor renovador de la vanguardia creativa se sintetiza en la novedad basada en el respeto a las raíces del pasado. Los gremios, bajo la atenta mirada de una sociedad luterana, son garantes de la pureza de la ortodoxia.
Esta extremadamente larga ópera aparece dividida en tres desiguales actos a lo largo de los cuales Hans Sachs, zapatero y también Meistersinger, se erige en eje de la historia. Veit Pogner promete conceder la mano de su hija Eva al vencedor del concurso de canto que se ha de celebrar al día siguiente, festividad de San Juan. Tras un fugaz encuentro de Eva con el forastero Walther, surge el amor y él pretende competir también a pesar de no cumplir con todas las normas. Sachs, aunque también interesado por ella, colabora y desde su cátedra de magisterio expone un compendio de reglas de composición e interpretación, además de consejos para su defensa. Diversos personajes desfilan, entre ellos un cómico Beckmesser que resulta grotesco por su numantina e incapaz fe en sus nulas posibilidades de triunfo y conquista de Eva y por sus infantiles tretas y trampas.
La Orquesta Sinfónica de Madrid, titular del Teatro Real desde su reinauguración en 1997, suena potente y brillante bajo la batuta de un enérgico y poético Pablo Heras-Casado. Su aproximación al repertorio wagneriano le ha brindado últimamente sonoros éxitos y una mayor profundidad en el conocimiento del autor y la complejidad de sus múltiples vértices. Como curiosidad, se incorpora a sus numerosos instrumentos el harpa de Beckmesser, cedida por Bayreuth. El Coro Intermezzo, igualmente titular del Real, se vuelca con su multitudinaria marea en momentos de efectista solemnidad y ocupa la extensa caja escénica con vibrantes potencia y claridad. El reparto, a pesar de no contar con indiscutibilísimas figuras de máximo renombre, resuelve eficazmente la titánica tarea por tiempo y esfuerzo. Gustan Jongmin Park en su papel de Pogner y Nicole Chevalier como Eva. Los brochazos cómicamente grotescos de Beckmesser no logran ahogar las dotes vocales de Leigh Melrose, aunque su interpretación sí pueda parecer excesiva. Un extenso reparto completa el factor humano de la producción con un resultado global más que aprobado.
La dirección escénica suele resultar discutible cuando se aleja de visiones de historicismo realista. En esta ocasión, Laurent Pelly firma diseños de simbolismo bienintencionado y poco claro, con algún recuerdo a los tejados de Brueghel. La monocromía tanto del escenario como del anodino vestuario que él también crea resulta en propuestas visualmente neutras y no muy vistosas. La iluminación de Urs Schönebaum tan solo al final logra descollar con decisiones brillantes.
Comedia sencilla, humana y humanista de indiscutible atractivo a pesar de su extensión y sus dilatados momentos de estatismo exasperante, supone un retorno ineludible a los clásicos. Aunque su ámbito local se aleje del imaginario del universo wagneriano por su ausencia de la lejana solemnidad de dioses, acontecimientos sobrenaturales, sangre y muertes, reivindica la tradición y las raíces germánicas con un mensaje del que el poder se ha apropiado con muy diversas interpretaciones en distintos momentos históricos. El propio Richard Wagner se volcó al identificarse con el autor que asienta los pies en el pasado y las tradiciones, manifiesta respeto a las normas que conforman la sociedad y pone el corazón y el alma en la novedad liberadora que permite perspectivas variadas dentro de un corpus unificador, siempre con la importancia capital de la música y el arte en la sociedad, como un dosel bajo el que la vida y el orden natural fluyen.
Lo mejor:
La calidad de los aspectos musicales (orquesta y coro especialmente) dentro de la superproducción global.
Lo peor:
Los aspectos visuales (el vestuario y el diseño escénico)
Equipo artístico
Vestuario: Laurent Pelly y Jean-Jacques Delmotte
Escenografía: Caroline Ginet
Iluminación: Urs Schönebaum
Dirección del coro: José Luis Basso
Reparto
Hans Sachs: Gerald Finley
Veit Pogner: Jongmin Park
Kunz Vogelgesang: Paul Schweinester
Konrad Nachtigal: Barnaby Rea
Sixtus Beckmesser: Leigh Melrose
Fritz Kothner: José Antonio López
Balthasar Zorn: Albert Casals
Ulrich Eisslinger: Kyle van Schoonhoven
Augustin Moser: Jorge Rodríguez- Norton
Hermann Ortel: Bjørn Waag
Hans Schwarz: Valeriano Lanchas
Hans Foltz: Frederic Jost
Walther von Stolzing: Tomislav Mužek
David: Sebastian Kohlhepp
Eva: Nicole Chevalier
Magdalene: Anna Lapkovskaja
Sereno: Alexander Tsymbalyuk
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
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