Hamlet 21

ALGO HUELE A PODRIDO…

 

     Los que somos adictos a la factoría Carlos Be sabemos reconocer a distancia los ingredientes de sus adictivas cocciones. Bajo una impecable base cultural se comienzan a tejer intricadas redes en el territorio de las relaciones no siempre confesables. Nada escapa a su vocación de espeleólogo y analista de los recovecos más oscuros del alma y tampoco le es ajeno el control manipulador de las ideas, deseos y esclavitudes humanos.

     Como en las buenas historias de suspense, se van desvelando las aparentemente inconexas claves de un fresco en proceso de composición. En este “Hamlet 21” se aprueba el reto de actualizar un relato de sobra conocido con los hilos de la intrahistoria y distintos planos de realidad. Hay guiños sutiles a la actualidad, brochazos de historia revisitada, golpes de feminismo y mucha reivindicación social y personal. Las dudas sobre la legitimidad de la monarquía danesa se mezclan con Tycho Brahe, astrónomo de la corte, y Hamlet en un siglo XVI reinterpretado por unos investigadores que sufren las vicisitudes de las épocas actuales.

      Con un reparto ya familiar, Carmen Mayordomo, convincente, eficaz, brillante, acaricia las doradas cumbres de su madurez artística y en ese ascenso la compañía cómplice de Iván Ugalde y Gabriel Moreno completa ese trípode de perfecta estabilidad. La versatilidad de sus registros añade credibilidad a su relato del pasado reescrito. La sencillez del espacio escénico refuerza la intensidad dramática y potencia las tensiones argumentales. La iluminación crea atmósfera y, como única adición visual a esta historia de creíble truculencia, distingue estratos de narración y en ocasiones viste de estrellas toda la sala. Respecto al sonido, la dicción limpia se ve asfixiada por volúmenes innecesarios de músicas y sintonías prescindibles.

Lo mejor: El desarrollo de la trama

Lo peor:  La adecuación del sonido al espacio

TEATRO LARA