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 LUCIERNAGAS3

La luz puede ser estímulo, catalizador, desencadenante; revela secretos, descubre la belleza oculta y a veces ciega. Con un título tan luminoso, nos adentramos, de nuevo, en  las oscuridades de este Teatro del Arte que cada día sentimos más nuestro.

Con una estructura clásica (excelso Shakespeare), se repiten los parámetros de equilibrio/desequilibrio, roto por la irrupción del personaje externo, sacrificio de víctima propiciatoria y restablecimiento de un nuevo equilibrio tras la asunción del pasado, digestión de capítulos crudos y asimilación de una realidad nueva y más madura. Carolina Román ya nos sorprendió gratamente la pasada temporada con su obra “En Construcción” y ahora vuelve a pellizcarnos los sentidos con estas vidas cruzadas  que se necesitan desesperadamente sin querer reconocer su soledad.

Hace años ya nos referimos a otra obra (“Nuestro Hermano”) que trataba el tema de la discapacidad y la convivencia cotidiana. La presencia de seres de luz es una constante en el mundo teatral: desvelan lo que nos obstinamos en ocultar, actúan como reactivo y llave y, desde su inocencia, lanzan cargas de sinceridad no filtrada por conveniencias o convencionalismos. La diferencia y la verdad  se pagan muy caro; incluso con la vida.

Estas luciérnagas son humildes chispas que marcan los márgenes de una existencia gris en un espacio gris con grises perspectivas. El pasado tiene rango de sueño; la realidad es tan abrumadora que desborda los límites temporales y ahoga la posibilidad de un futuro menos tenebroso. Los personajes intentan, y logran, sobrevivir a sus decepciones, carencias y mentiras. Se mienten, pero no se engañan al inventar una realidad ficticia que haga más soportable el peso de su realidad. Es inteligente el uso del espacio y, de nuevo, la luz. Es sorprendente la resolución de la red de relaciones iniciales. Es hermoso comprobar cómo el amor ilumina los pasajes más polvorientos del pasado y abre las puertas de otros senderos más esperanzadores. Tras un planteamiento inicial lento pero quizás necesario para asimilar a cada personaje, el retorno al pasado a través del  sueño aclara las posiciones de los personajes y la influencia de aquellos otros caracterizados en ausencia estimula la acción y la toma de decisiones.  Conmueve la actuación de este elenco (Factoría TDA) y la admirable calidad tras su juventud. Fede Rey atrapa al espectador con ese niño mayor que busca su propia luz y Jaime Reynolds consigue emocionar a base de presentarnos un sufrimiento interno que amenaza con destruir lo cotidiano ( es un placer ver cómo crecen con cada montaje). Y luego está Aixa Villagrán dando vida a esa Lucia que consigue llevar un poco de aire fresco a las vidas de Julio y Alex.  Nos hace reír, nos inspira ternura, ella es el perfecto detonante  para acabar con tanta mentira impuesta. Los tres nos acompañan de la mano por los vericuetos del vértigo, la duda, la amistad, la lealtad… con mucha ternura, con mucho amor; ese amor que sigue iluminando nuestros pasos a ciegas y, como criterio de verdad, abriendo horizontes más luminosos.

Autora y Directora: Carolina Román

Reparto: Aixa Villagrán, Fede Rey  y  Jaime Reynolds
Ayudante de Dirección: Diego Sabanés
Diseño de Luces: Luis Perdiguero
Escenografía: Alexandra Alonso
Ayte de escenografía: Itziar Sagasti
Vestuario: Carolina Román
Música y Diseño Sonoro: Nelson Dante
Director de Producción:  Luis Alberto Caballero
Jefa de producción: Lucía Bouza
Fotografía del cartel: Tristan Ulloa
Diseño del cartel: Rafa Celda

Una producción del Teatro del Arte