LA BELLA DOROTEA
Autor
Miguel Mihura
Dirección
Amelia Ochandiano
Producción:
Teatro Español
Apostando por Mihura.
La Bella Dorotea se estrenó en el Teatro de la Comedia hace sesenta años (59 en realidad, pero el número 60 es redondo). Cuenta la muy seria historia del mal que hacen las murmuraciones y el qué dirán, exactamente lo que le valió el premio Nobel a Echegaray por El gran galeoto, pero lo cuenta como sólo Mihura (y Jardiel Poncela) lo saben hacer, en tono de farsa con toques surrealistas que, por arte, cuadran perfectamente.
Dorotea vive en un pueblo pequeño del norte de España, es culta –ha viajado- y es rica. La obra comienza con los preparativos de su boda con Fermín, un joven de Madrid. La boda no se celebra, Fermín huye y la deja plantada, incapaz de soportar la presión popular, los comentarios del pueblo de que sólo se casa por el dinero de su prometida. Dorotea, en pleno acto de rebeldía y de denuncia al pueblo decide no quitarse el traje de novia hasta que encuentre alguien con quien casarse.
La versión de Amelia Ochandiano que ahora se representa en el Teatro Español tiene bastantes cualidades y algún pero. En primer lugar hay producción, y producción imaginativa. Me permito decir que el público está un poco harto del minimalismo escénico imperante, digno de las corralas cuando un prologuista gritaba al público “ahora pasamos a casa del corregidor”. Un poco de producción se agradece. Y los detalles de la nube de lluvia, del cuadro, del reloj, … están muy logrados. También el vestuario, sin que resulte extravagante u oneroso. Algunos efectos y el sonido, la banda sonora en particular, son un acierto.
Ahora bien, esta producción tiene tres peros. Manuela Velasco, que encarna a Dorotea, es correcta pero necesita algo más que corrección, le falta ese gramo de locura que tienen las mujeres de Mihura. En su caso se nota excesivamente porque tiene a su lado a Rocío Marín, en el papel de su criada Rosa, que le roba la escena cada vez que aparece, y también unas secundarias de lujo, deslumbrantes entre las que cabe destacar a Belén Ponce de León. Este pero podría desaparecer en ulteriores representaciones, tanto la actriz como la directora tienen talento para rematar al personaje.
El segundo pero también tiene que ver con el tono de la obra. El arranque es brillantísimo: divertido, sorprendente, alocado. Luego la obra pierde fuelle, pierde creatividad y termina de una manera realista, banal.
El tercero tiene que ver con el aprovechamiento de un personaje, la tía Rita (no es broma). Me decía un amigo ¡qué pena que desaparezca tan pronto ese personaje! Daba mucho juego. Cierto, es una pena que haya desaparecido, y con ello vemos el problema de fondo. En la obra original no desaparece, tiene un momento estelar que le han robado y se lo han pasado a Rosa, la criada: Rita es parte de la conspiración para espantar los novios a Dorotea, para seguir mangoneando su fortuna. Le quitan una escena importante en la que se la ve conspirando para que encierren a Dorotea.
Este detalle, lo mismo que el gran monólogo final, que dice lo mismo que el texto de Mihura, pero con menos fuerza, porque le quita la gracia del diálogo y posibilidades escénicas, tiene que ver con una equivocada defensa de la mujer. Al defender a Rita y al quitar protagonismo a José, la obra pierde y la mujer no gana nada. La bella Dorotea se defendía sola muy bien.
Aclarado este punto, La bella Dorotea se sigue viendo muy bien. El texto es un poema que pasa del cinismo al romanticismo, de la risa al llanto, con facilidad. El reparto es grande, y Mihura es genial incluso es sus horas bajas. Pero la obra da para más, podría resultar mucho mejor con muy poco esfuerzo y rematar faena.
Fernando Gil-Delgado
Colaborador de Tragycom
Lo mejor:
El tono mágico y alocado de Mihura.
Lo peor:
Ver cómo se desinfla el final por una propuesta narrativa.
Con Manuela Velasco (Dorotea), Raúl Fernández de Pablo (José Rivadavia / Don Manuel), Rocío Marín (Rosa), César Camino (Juan / Doña Rita),Mariona Terés (Benita), María José Hipólito (Inés) y Belén Ponce de León (Remedios)
Diseño de iluminación: Juan Gómez-Cornejo (AAI)
Diseño de espacio escénico: Raúl García Guerrero
Diseño de vestuario: María Luisa Engel
Diseño de espacio sonoro y videoescena: Jose Mora
Ayudante de dirección: Ana Barceló
Residencia de ayudantía de dirección: Virginia Rodríguez
Ayudante de escenografía: Juanjo González Ferrero
Ayudante de iluminación: Irene Cantero
Residencia de ayudantía de dirección: Virginia Rodríguez
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