Alma es una obra de teatro basada en una película (Persona, de Ingmar Bergman) escrita y dirigida por un realizador de cine, Arturo Turón. Este aspecto cinematográfico recorre toda la obra desde su inicio con el homenaje proyectado al surrealismo en el cine, abriendo la puerta a esa introspección en el alma humana, pasando por el movimiento de la cámara, ahora en nuestros ojos, de una secuencia a otra en un mismo espacio bien delimitado y reconocido, para terminar con la imagen, encerrada en la pantalla, de Elisabeth recibiendo la caricia y el reconocimiento de Alma.
En la humanidad existen seres que se encuentran en los márgenes y que cuando te acercas a ellos aprendes de la realidad otro aspecto que desconocías pero que forma parte de ti. Elisabeth y Alma tienen una historia distinta pero están unidas por la misma alma, encarnada en la vivienda que recorren, primero con respeto, abriendo y cerrando las puertas, para al final reconocerse ambas en ese espacio común y propio. Para ello, Alma con su locuacidad y Elisabeth con su silencio recorren un camino, que como todos las acerca y las aleja para al final fundirlas en una misma alma, en una misma figura en la que eres incapaz de reconocer a una y a otra, tras la ceremonia de transfigurarse las dos en una única Alma. Y entre ellas, el alma colectiva, la conciencia blanca, el ser femenino esencial que, con sus movimientos ágiles y sutiles, las conduce hacia su propia conciencia de mujer, donde los papeles impuestos por la colectividad no sirven, sólo la propia dimensión como ser humano. (¿Por qué la mujer tiene que sentir, obligatoriamente, la maternidad como parte esencial de su propio ser femenino?)
Rocío Muñoz Cobo y Andrea Dueso, en sus papeles de Elisabeth y Alma, respectivamente, dan el contrapunto que requiere la obra en esa evolución de lo distinto y dispar a la fusión a la unicidad. Las dos están magistrales. Me parece sorprendente, por lo difícil que supongo que será para una actriz empezar su actuación con la interpretación de un texto clásico de la tragedia griega en su momento más álgido.
Punto y aparte para Cristina Masson que, con la belleza de sus movimientos, nos acerca, al menos a mí, al alma femenina, que no es lineal y sabida, sino singular y propia en cada una de ellas, pero muy hermosa.
Por último, he de dar las gracias a Arturo Turón por haber creado esta obra que no termina con la función, sino que se hace un hueco en tu conciencia iluminando tantos rincones, sacando a la luz lugares comunes, tópicos, que conforman, en tantas cosas, nuestra visión del mundo y que Alma nos incita a barrer, a eliminar, a que nuestra visión se haga más plural.
Nota al margen. Por favor, abstenerse los que vayáis a esta función, o a cualquier otra, de tener encendido vuestro teléfono móvil, pendientes, en el mejor de los casos, del cuidado de vuestros seres queridos. Nadie os necesita tanto como vosotros mismos, inmersos en el mundo que se representa en el escenario, y así dejáis a los demás hacer lo propio.
Custodio Domínguez Unica.
(Colaborador e integrante de Tragycom)