
PASIONES QUE DESBORDAN VIDA
Marina Tsvetaeva fue una de esas mujeres excepcionales que iluminaron los albores del siglo XX. Presa de un fatalismo delirante, se vio arrojada a los brazos de su pasión como mujer y madre, como escritora y esteta, como destructora y creadora, todo ello definido por sus fantasmas y sus exilios interiores. Ella misma tomó su última y radical decisión al ahorcarse mucho después, en 1941, en un acto que sus textos ya hacían presagiar.
Irina Kouberskaya, una de las almas mater de esta locura maravillosa llamada Tribueñe, se atreve con este episodio de su paisana en el que se narran sus encuentros y desencuentros con Sofía Parnok. Son dos años de intensidad emocional y sensual, de complicidad y pasión. En aquella sociedad rusa, sede de espíritus libres, se manifiestan las vanguardias y los ismos con ferocidad. El peso de la tradición y la religión, no obstante, ahoga muchas aspiraciones y convierte al factor humano en víctima de sus propias contradicciones. Digna heredera de las mujeres icono del siglo XIX, al igual que Ana Ozores, Emma Bovary y Ana Karenina, Marina Tsvetaevase ve zarandeada por su deber, su deseo y su ejercicio de una libertad casi nunca bien vista por lo evidente en una sociedad aún más formalista que sincera.
Presentada dentro del festival “Surge” se ofreció esta propuesta con elementos comunes con el resto de la programación: feminismo testimonial, calidad visual e interpretativa y apuesta por rasgos nuevos de emoción y descubrimiento desde puntos de vista alternativos. Ahora se ha estrenado completa para entrar a formar parte del repertorio de la sala.
Rocío Osuna y Katarina de Azcárate, bajo el cetro de una dirección tan familiar, se desenvuelven en un escenario físicamente delimitado por la iluminación y los espejos. La escenografía es sencilla y eficaz, con un vestuario exquisito y unos espacios sonoros ricos y evocadores de un alma atormentada. La dicción, el movimiento escénico y todos los aspectos técnicos son superados con soltura por estas dos actrices cuya complicidad facilita la transmisión de esa corriente pasional tan visible, de esa danza de dos almas etéreas. Con cierta linealidad temporal y argumental, se incorporan distintas técnicas dramáticas para enriquecer el hermetismo de un diálogo permanente. La claridad de sus gasas no oculta lo terrible de un destino cuyos mugidos ya tronaban en un horizonte en ciernes. Reflejo de una época distante pero sorprendentemente próxima, esta obra merece luz y proyección.
Lo mejor: La dirección y la química entre las actrices.
Lo peor: Alguna escena peca de acumular tiempo innecesario.
Texto y dirección : Irina Kouberskaya
Interpretación: Rocío Osuna y Catarina de Azcárate