MUELLE OESTE
Autor
Bernard-Marie Koltès
Dirección
Cesar Barló
Producción
AlmaViva Teatro

All the colors of the dark.
Bernard-Marie Koltès, el más maldito de los divinos escritores franceses recientes, explora los extremos de la naturaleza humana individual y socialmente. Sus obras están habitadas por seres diferentes en su anonimato, con rasgos arquetípicos, y en las atávicas ansias de progreso en una interacción que crea microcosmos alejados de los convencionalismos que la ley y el orden del mundo oficial marcan.
Muelle oeste no es una obra fácil: la oscuridad y la niebla son las ciénagas de este drama moderno en el que la atmósfera inquietante ya establece unos códigos de peligro dentro del luminoso y seguro mundo exterior de triunfos y brillos visibles. Ocho personajes se cruzan y, en su descenso por rampas no siempre físicas, se exprimen con la telúrica pretensión de salir de sus pozos privados. En esa interferencia se tejen redes de salvación, hundimiento y siempre utilización del otro. Por este hangar en ruinas, otra isla más en la domesticada urbe, desfilan ricos, pobres, marginados, inadaptados, inmigrantes, poderosos en todos los aspectos que, con un concepto coral, empuñan las despiadadas armas que la humanidad ha puesto a disposición de esta peculiar pirámide de mando. La poderosa figura del padre sobrevuela una vez más este esquema de relaciones sadomasoquistas y proyecta sombras no siempre reconfortantes.
César Barló firma la dirección de esta propuesta con cirugía en el metraje para aligerar la repetitivamente obsesiva verbacidad de algunos diálogos que, una vez creado el ambiente, resultan superfluos. La escenografía de Juan Sebastián crea microespacios de acción y marca nítidamente el sistema de oposiciones dentro/fuera y arriba/abajo con un tobogán de difícil remontada y un espacio global de reducida visión. El sonido y la iluminación, brillantes, complementan momentos escénicos, suman expresividad y el vestuario marca eficazmente las clases y los territorios de origen. El reparto funciona bien en su conjunto y en destacadas intervenciones individuales, con una dirección escénica que pone orden en esta reducida capilla con tantos altares en los que se ofician ritos universales.
Obra alejada de circuitos comerciales, supone otra apuesta más por el inconformismo ideológico y formal y un giro de tuerca en los límites a los que la sinceridad del lenguaje dramático nos puede aproximar. La barrera entre espectadores y actores, butacas y escenario ya quedó dinamitada hace tiempo y sólo el polvo de semejante derrumbe nos aleja de los seguros y confortables territorios de lo nítido, brillante y luminoso. La obra, como magma que quema, desborda fronteras artificiales y nos despierta a bofetadas de la sonrisa pastoral de una sociedad feliz.
Lo mejor:
La creación de una atmósfera inquietante y las interpretaciones.
Lo peor:
Extraño envejecimiento de la obra. Ha pasado el tiempo y se nota.
Reparto |
Por orden de aparición: Mauricio Koch: Juanma Navas |
Espacio Escénico |
Juan Sebastián |
Vestuario |
Karmen Abarca |
Espacio sonoro |
AlmaViva Teatro |
Iluminación |
César Barló |
Fotografía |
AlmaViva Teatro |
Diseño gráfico |
José Gonçalo Pais |
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