La familia Tribueñe abre sus puertas y acoge otra genialidad de Hugo Pérez, maestro centrífugo. No se trata de un capricho inocente; sabe bucear y hallar identidades que rechazamos por eficaces, por sinceras. En un barrio tan taurino, se atreve con el universo del toro, el flamenco con sus palos y los mitos intocables. Creíamos que en territorios tan tópicos ya estaba todo dicho, tras experimentos de campanillas con repartos galácticos. Precisamente, al borde de la saturación, Hugo nos sirve este combinado con escarcha de azúcar que no oculta la amargura esencial de una época en la que hundimos nuestras raíces, reconocidas o no. Es muy arriesgado hollar senderos tan manidos, pero a este niño grandote no le asustan los retos, en especial aquellos en los que puede alardear de universo estético: tejidos suntuosos, brillos y texturas, músicas arqueológicas y, sobre todo, mucho estudio y mucha sensibilidad en la creación y la selección de materiales.
Mencionamos, en el elenco, a unos flamencos de los buenos desde el vecino cafetín “La Quimera”: Raquel Valencia en el baile, Antorrin Heredia al cante y Antonio Reyes al toque nos acompañan en este viaje por tonadas de resonancias ancestrales, no siempre populares. Mamá Carmen de la Pica, con esa mirada de otra época, con la autoridad del arte añejo, atempera las energías juveniles de Rocio Osuna y Sabela Hermida , actrices con buena técnica y convicción. Mijail Studyonov se apodera del piano y nos sumerge en atmósferas privadas. Se han de destacar la exquisita iluminación con regusto de otros siglos, el texto –culto, cómico, inteligente- y la música –variada, atractiva- originales; fruto, naturalmente, de nuestro enfant terrible, y la recreación de escenas que Goya podría haber firmado con admiración. Nos atrapan los brillos dorados de pericones acariciando el aire, la batalla deslenguada y mordaz de las majas arrebatadas por cuadrillas, los quejios, quebrantos y el zapateao; los poemas desgarrados y la prosa engalanada.
Si te has perdido “Por los ojos de Raquel Meller” o “Donde el Ruiseñor Mira Cuando Cruje Una Rama», no dejes pasar esta oportunidad. La vida vuelve a ser la que era, pero durante cien minutos has podido reir y sonreir, has podido soñar con otro mundo diferente, tal vez más hermoso, tal vez…
Lo primero resaltar lo bien escrita que encuentro esta crítica. He visto la función ya dos veces… Por quedar impactado la primera de modo que no atisbaba bien a interpretar mis emociones, no dudé en volver, eso si tuve que esperar una semana más ya que las entradas estaban agotadas. Y creo que suscribo lo que ustedes dicen y si se me permite, quiero decir que no se sí la vida sigue como era, lo que se es que es vida sublimada la que regala «Paseillo»
A mí me ha gustado muchisimo. Fui con un amigo y me quedé prendada de como bailaban, cantaban, del vestuario, las luces… Era como mágico. Lo recomiendo totalmente