Todos a una

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    El 11 de septiembre a las 11,00 h. el Teatro Marquina abrió sus puertas para la prensa de Madrid a una producción marcada por una cifra, el once, que provoca escalofríos en la memoria colectiva de la humanidad. Exactamente 23 años después de la tragedia de 2001, se recuerda una de las múltiples historias humanas que, tras la catástrofe de Nueva York, quedaron sepultadas por la ingente cantidad de información e imágenes en torno a las Torres y el Pentágono. Se invitó para el acto a los protagonistas reales en los que la función se basa. La obra ya ha girado y recibido premios (Tony, Olivier, Helen Hayes, Drama Desk).   

   Gander es una anónima población canadiense de unos 2.000 habitantes que acoge un inmenso aeropuerto, el más próximo a Europa, en el que antiguamente hacían escala los vuelos a y desde Europa dadas las anteriores limitaciones técnicas de los aviones respecto a combustible y autonomía de vuelo. Precisamente en tan infausta fecha y dado el cierre del espacio aéreo estadounidense, muchos vuelos que se encontraban en el aire fueron desviados a las mastodónticas instalaciones que permanecían dormidas y amenazadas de derribo dada su ya evidente inutilidad. La población allanó sus diferencias personales, se despertó del letargo y abrió puertas, despensas y corazones a los miles de pasajeros que, desorientados y aislados, necesitaban no solo alimento y techo, desbordando a los reducidos habitantes y su capacidad de respuesta.

   The Stage Company produce esta apuesta netamente argentina en la que, bajo la dirección de Carla Calabrese, una docena de actores llenan de vida los distintos espacios (avión, pueblo) encarnando con entusiasmo y energía distintos roles cada uno de ellos. El alcalde, la maestra, la veterinaria y el policía transitan hacia distintos pasajeros que transmiten sus intrahistorias personales en un contexto de alienación impuesta por los acontecimientos. Los acentos y el vocabulario son argentinos, pero esto no es obstáculo en el contexto de internacionalidad de la obra. El reparto aborda los tránsitos entre personajes con intensidad, buenas voces cantadas y habladas y una admirable dirección escénica con la que tantos actores se desenvuelven fluidamente en un escenario siempre lleno. La partitura aborda distintos registros (solemne, romántico, sentimental, épico, festivo…) sin un respiro. El guion, con velocidad periodística, no permite pausas para el aplauso e intenta retransmitir con fecha y hora lo que está aconteciendo. El espíritu ecuménico está presente con la integración de diversas sensibilidades religiosas y sexuales utilizando en ocasiones un humor simplón de fácil digestión.

   La escenografía es sencilla con árboles artesanalmente perfilados en madera y unas muy versátiles sillas que acotan los espacios. La iluminación, excelente, enfoca la acción y sus protagonistas con eficacia y potencia su expresividad. El vestuario y la caracterización remiten a décadas pasadas y son funcionalmente adecuados. El sonido, de volumen excesivo en ocasiones, tal vez necesite un afinamiento con el paso de las funciones, máxime tratándose de un musical. Su final alegre con la fiesta irlandesa de los músicos en directo es toda una declaración de principios e intenciones.

   Propuesta valiente para un público familiar, carece de estridencias y supone una promesa de futuro para una humanidad que quedó herida de muerte. Miradas así hacen creer que nuestra alma podrá volver a creer en el mundo y sus habitantes.

Lo mejor:

El  entusiasmo, el convencimiento y la energía de la compañía.

Lo peor:

Los aspectos técnicos relacionados con el sonido.

ADAPTACIÓN
Carla Calabrese y Marcelo Kotliar

DIRECCIÓN MUSICAL
Santiago Rosso

DIRECCIÓN VOCAL
Sebastián Mazzoni

COREOGRAFÍAS
Agustín Perez Costa

DIRECCIÓN DE ARTE Y ESCENOGRAFÍA
Tadeo Jones

DIRECCIÓN DE PRODUCCIÓN
Sergio Albertoni / Carla Calabrese

DIRECCIÓN DE VESTUARIO
Marcela Domínguez

DISEÑO DE SONIDO
Eugenio Mellano Lanfranco

DISEÑO DE LUCES
Gonzalo Gonzalez