LA CASA DE BERNARDA ALBA
Autor
Federico García Lorca
Dirección
Alfredo Sanzol
Producción
Centro Dramático Nacional
Mujeres sin hombre.
Lorca, con vocación de interno residente, vuelve a visitar la escena madrileña con su, tal vez, personaje más representativo. Una vez más Bernarda Alba nos habla de su casa en la doble acepción de espacio físico y emocional, en esta ocasión bajo la batuta de Alfredo Sanzol al frente del CDN.
El foco de esa versión se centra en la victimización de la mujer por el hecho de serlo. La pesada lápida de la sociedad marca su influencia en los ámbitos sugeridos y no mostrados del exterior, estableciéndose un recinto de intimidad donde el mando lo ejerce la matriarca, siempre con códigos de autoritarismo basado en la tradición y las costumbres. Esta Bernarda desmonta de cabalgaduras ancestrales, relaja la tensión y se permite momentos de ternura en los recintos más íntimos de su alma. El hombre, tótem de fuerza atávica, es el pilar ausente pero desencadenante, alrededor del cual giran la acción, el conflicto y los personajes.
Ana Wagener humaniza a su personaje y afronta el reto que elencos legendarios plantearon con sus apuestas escénicas. Ni el clásico duelo con Poncia hace aflorar las esperadas garra, autoridad y potencia de otras representaciones. El numeroso reparto, absolutamente femenino, transita desde la locura liberadora de la madre hasta el anonimato de personajes secundarios, irregulares y prescindibles.
El decorado, arquitectónico y frío como un mausoleo, no se apoya en folclorismos sino que recurre a las dualidades blanco/negro e interior/exterior en la vaciedad lineal de la casa. El luto, como una maldición, impone el negro en el territorio doméstico con diseños, algunos extraños (Magdalena), atemporales en su contemporaneidad. Sólo la madre viste de blanco y desnuda su deseo con impudicia e imágenes poéticas de vivo surrealismo. La iluminación, eficaz, marca los espacios y permite que a lo largo de sus tres actos, separados por el telón, se establezcan momentos de liberación subconsciente expresados por espacios sonoros y coreografías nada clásicos.
Obra marcada por dos muertes, la de Antonio María Benavides, padre ausente cuyo fallecimiento marca el comienzo de la dictadura de la matriarca y la de Adela, víctima propiciatoria de la tragedia en la que todas también lo son, muy especialmente Bernarda, que ha de asumir e imponer dogmas en público, como instrumento forzado de un sistema. El concepto circular y eterno de la Historia se repite y apuntala lo inmutable como fruto de la creación cultural de la sociedad.
Otra adición más a la larga y nutrida lista de Bernardas que, con sus casas y haciendas a cuestas, rememora situaciones de antaño ancladas en el imaginario colectivo.
Lo mejor:
Las brillantes imágenes poéticas del autor.
Lo peor:
El limitado repertorio expresivo de parte del elenco.
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