Volverán… como aves precursoras.

   El Teatro de La Zarzuela programa, coincidiendo con la llegada de Isamay Benavente a su dirección y en la línea ya trazada de universalización de la zarzuela, “Las golondrinas”, drama lírico en tres actos con música de José María Usandizaga y libreto de Gregorio Martínez Sierra y María de Lejárraga. La obra fue estrenada como zarzuela en 1914 y como ópera en 1929 con adiciones musicales a los fragmentos hablados. “Pagliacci”, uno de sus antecedentes, fue estrenada por Leoncavallo décadas antes y en comparación presenta mucha mayor sencillez en planteamiento y desarrollo en sus dos actos. 

   La humilde troupe del circo, comandada por Puck, se apresta para la función de la noche en un pueblo. Cecilia, una de las integrantes, decide abandonar en parte por el violento amor de Puck y también en busca de fama y dinero. Lina, otra de las componentes, permanece por su inconfesado amor a Puck a pesar de la evidente bipolaridad de éste. Tras este planteamiento inicial del conflicto, se suceden evoluciones de los personajes en el desarrollo de la acción, giros inesperados, fatalismo dramático, arias y dúos brillantes que abundan en la profundización psicológica, recursos escénicos, teatro dentro del teatro con una espectacular pantomima, y un derroche de medios justificado y efectista.

   Juanjo Mena dirige la orquesta y desde el foso saca lo mejor de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, que es mucho, y junto con el Coro los aspectos musicales resaltan compactos en esta producción. La dirección de escena corre a cargo de Giancarlo del Monaco, que confiesa haber puesto más expresionismo que verismo. Su octogenaria sabiduría es un aval de experiencia en los resultados. Brillante es la interpretación del elenco todo, con unos sobresalientes Gerardo Bullón en amplitud y calidad vocal y Raquel Lojendio en su exigente interpretación de Lina, con excelentes matices dramáticos. Una impresionante troupe de artistas de circo envuelve la trastienda de la compañía y aporta verismo y vistosidad a los pasajes menos activos, con humor y tristeza equilibradamente contrapuestos.

   La escenografía de William Orlandi es deslumbrante de principio a fin, con excelsos momentos de borrachera visual especialmente en la pantomima. El diseño de los telones recurre a cortinajes y a la iconografía sensiblera del clown, pero con gusto y calidad. El vestuario, la peluquería y la caracterización global merecen mención especial: Jesús Ruiz crea un atemporal universo imaginativo en el que se transita desde la gris realidad cotidiana a otra colorida y chispeante en la representación, con un eficaz uso de la semántica cromática. La Commedia dell´Arte tiene su capítulo con momentos cumbre de asombro y sorpresa, humor y farsa en la ya citada pantomima. La iluminación y el sonido completan las escenas dotándolas de significado y centrando la atención con su perfección. 

   Visualmente asombrosa, vocalmente brillante, musicalmente irreprochable y teatralmente plena, supone con hechos una reivindicación no sólo testimonial de la vigencia y excelencia de una obra no suficientemente considerada y de un valioso género identitario con dignidad, emoción y calidad.

Lo mejor:

El universo visual de vestuario y escenografía en general.

Lo peor:

 No hay peros evidentes.