Autoría
George Tabori

Dirección
Helena Pimenta

Paradojas universales.

    Se intenta saldar una deuda con George Tabori, muy poco representado y valorado históricamente, que firma, con tributo incorporado a Brecht ya en el mismo título, este sencillo relato de increíble verdad autobiográfica en un día irrepetible. Con ecos de Joyce, en este día especial sucede todo lo que nunca se podía haber imaginado: condena y redención, inocencia y experiencia, fragilidad y fortaleza, humor y tristeza, comicidad y drama, lleva la tensión entre los universos narrativo y dramático al límite.

    Helena Pimenta dirige este volátil mecanismo con delicadísima mano de hierro para, con todos los ingredientes del buen teatro, lograr cumbres de verosimilitud dentro de la ilusión dramática.  Pere Ponce ejerce de narrador/autor/hijo con saltos en el tiempo, ruptura de la linealidad escénica, apelación, diálogo y entradas y salidas del juego escénico con una omnisciencia que no conoce límites temporales ni espaciales. Una soberbia Isabel Ordaz encarna a la madre que, desde su impoluta fragilidad bondadosa, se enfrenta a la irracionalidad del poder y transita por territorios nuevos con el asombro y la naturalidad de los niños. El resto del reparto, con recursos expresivos del cine mudo, incorporación coral al relato y caracterización eficazmente grotesca (el maquillaje excesivo es un hallazgo), enriquece el montaje desde su importantísimo segundo plano. El escenario, desnudo, se va habitando con miniaturas y objetos de inteligente valor metonímico, con uso semántico del color y evocación emocional de momentos y lugares a través de sonido e iluminación.

    No hay nada más serio que el humor y en este caso se ejerce de manera directa con finalidades nada inocentes. Los personajes se corrigen recíprocamente en este múltiple juego de puntos de vista dejando claro el ámbito de representación teatral en el que el público está introducido y que no se abandona en ningún momento. Se pisan caminos de intimidad pudorosa y, como buenos voyeurs, se asiste a la reinterpretación de lo vivido e imaginado. El chiste como instrumento a veces cruel relaja tensiones y protege frente a la enormidad de lo que acontece, incluso humanizando a victimarios.

    Excelente redescubrimiento de Tabori, cumbre del teatro aún contemporáneo, es esta propuesta escénica en la que se pasa un gran mal rato viendo muy buen teatro con calidad, inteligencia y vocación.

Lo mejor:

Isabel Ordaz y la dirección de Helena Pimenta.

Lo peor:

 Algún problema sonoro, pero nada que no sea salvable.